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sábado, 7 de julio de 2012

El Puerto del Olvido


EL PUERTO DEL OLVIDO



Este es un relato que escribí para el primer Certamen de relatos del blog lutzen.blogspot.com, en el cual estoy participando. 
Espero que les guste.

EL PUERTO DEL OLVIDO


Se dice que el Puerto del Olvido es uno de los lugares más famosos de Corín, un pequeño pueblo cercano a la playa, al hermoso y verdoso mar, y un poco más alejado de las montañas de su pueblo vecino. Se conoce a este lugar como el Puerto del Olvido, porque una vez allí una joven se quitó la vida diciendo unas últimas palabras: “Por fin he olvidado”
Un joven de unos veinte años, de facciones marcadas, ojos color miel y una sonrisa hermosa similar a la curvatura de la tierra, se encontraba sentado en una banca de madera, admirando el agua verduzca que chapoteaba en sus pies cuando chocaba contra la madera de pequeño puerto desde el que admiraba el hermoso mar, sentía el fresco aroma del agua y oía a la gaviotas cantar.
Rumiel es su nombre, y ese nombre le fue puesto por un famoso compositor de su tierra, y del que él nunca llegó a interesarse. Rumiel observaba todo a su alrededor, pero no veía ningún barco encallado, ni a ninguna persona interesada por lo que él hacía allí, en el Puerto del Olvido. Rumiel sollozaba, lloraba como la lluvia y respiraba con agitación, pero no de cansancio sino de un vacío en su corazón.
—¿Qué te aflige, muchacho? —le preguntó un hombre mayor a Rumiel.
Rumiel volteó a verlo y lo único que pudo notar en su rostro era una felicidad profunda: el hombre sonreía fructíferamente desde el interior de su barba blanca y abultada que tapaba la mayor parte de sus facciones.
—Aún me duele —respondió Rumiel, sollozando un poco. Sus lágrimas no habían dejado de humedecer sus mejillas desde que se sentó en la banca—. No sé cómo olvidarla.
El hombre canoso se sentó a su lado, y suspiró, suspiró tanto que a Rumiel le pareció que su sonrisa de felicidad no era más que una fachada.
—¿Y por eso estás aquí? —dijo el hombre, observando el mar y no a Rumiel.
—Lo he pensado, señor, pero no me atrevo…
—Es más doloroso —interpretó el hombre.
Rumiel agachó la cabeza y se limpió las lágrimas con la manga de su camisa.
—Debes saber, muchacho, que tu vida es más valiosa que cualquier dolor que puedas sentir por una pérdida o por un desamor. Muchas veces no dejamos llevar por nuestro corazón, y casi siempre tiene la razón, pero en ocasiones tu sentido común, o tu razón, pueden llevarte a tomar las mejores decisiones… porque recuerda que el corazón es ciego, mientras que tu mente no lo es. Tu mente procesa, no solo ideas sino también decisiones, no importa de qué tipo, y te ayuda a olvidar, por más que te quieras aferrar a ese dolor. 
—Pero lo he intentado, y no he podido… —conjeturó Rumiel.
—¿Cuál es su nombre? ¿El de ella? —preguntó el hombre.
—Liria.
—Trae la pertenencia que más ames de Liria a este lugar. A el Puerto del Olvido. Y no saltes tú. Tira ese tesoro y dile que la amas y que siempre lo harás. Y si eso no te ayuda,  salta…
Y el hombre saltó desde el Puerto del Olvido, diciendo unas últimas palabras:
—Pronto te veré, amor mío…
Rumiel no pudo creerlo, y entendió que el mayor tesoro de la mujer de aquel hombre era su esposo mismo.
Por su parte, Rumiel no tuvo el valor para saltar, e hizo lo que el hombre le dijo. Trajo consigo un collar de una flor dorada que le había regalado a Liria hace mucho tiempo y lo tiró al mar, dejando en él su dolor, sus lágrimas y sus frustraciones, pero guardando consigo los recuerdos del amor de su vida… 


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