Viaje Tardio

VIAJE TARDÍO

¿Dónde es?:

dije al amanecer,

no sabía qué hacer

ni en dónde aparecer.

Me vestí y perfume,

pensé que lo hice bien,

llené mi bolsillos de hiel

y corrí hasta el andén.

Monté en el tren,

respiré hondo y exhalé,

me sentí bien,

aunque tarde iba también.

Recibí una carta un poco antes,

cuando leía con carácter,

me entretenía con la ciencia

y creía que era cierta.

La carta decía que me presentara,

bien vestido y sin demora,

en el hotel Mendiola

y con solo una hora.

Seguía en el tren esperando,

¡qué dicha que iba rápido!,

el tiempo era corto

y no podía salirme del periodo.

Respondí a la carta el día del envió,

les dije que sería puntual,

llegaría fascinado

y con muchas ganas de terminar.

Salí del tren muy apurado,

faltaban tan solo diez minutos,

para que el plazo acabará

y ella se fuera hacia la nada.

Cinco minutos y llegué

a la entrada del hotel,

presioné el botón de bajada,

pero resultó que no funcionaba.

La habitación quedaba en el tercer piso,

muchas escaleras más arriba,

me apresure de inmediato,

y con mala suerte me encontré con un obstáculo.

Lo superé y continué,

seguí por el pasillo hasta el numero sesenta y dos,

toqué con respeto

y me abrió el portero.

La habitación era grande,

con ventanales y estantes,

muebles de primera clase

y un toque de arte.

De inmediato me arreglé el traje,

Madame Zanté ya venía,

era alta y tenía una grande sonrisa,

pero también la piel fría.

Terminó el abrazo y empezó a hablar,

me dijo que pronto se iría,

quería dejarme a mí sus pertenencias

y viajar hasta la faz.

Acepté gustoso su propuesta,

firme el documento en el que aceptaba toda su herencia,

me despedí de ella

y volví a mi lugar de procedencia.

Todo lo suyo sería mío

hasta que ella se haya ido…

pasaron varios años

y me entró un vacío.

Fui a su funeral,

le llevé rosas y más,

le dije unas cuantas palabras

y lloré sin cesar.

Fui al hotel y disfrute de todo,

lamentablemente no era en sí, todo,

extrañaba su rostro

y su nobles ojos.

Mencioné que era una doncella,

más que eso, mi princesa,

una mujer que conocí en mi adolescencia,

y que murió en mi presencia.

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